Mudanza: Versión corta

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En resumen, si a usted le gustan mis cuentos, véngase a leerlos para acá:

http://mis-borradores.blogspot.com/

Mudanza: versión larga.

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¡Hola! :)

Sé que por aquí, de vez en cuando pasa gente perdida, o gente invitada, o gente sin nada mejor que hacer. A esa gente quisiera decirle que mi historia en lo que conocemos como blogósfera es relativamente larga.

He vagado de un lugar a otro, he visitado lugares impresionantes y conocido gente encantadora. Si bien la época del blog como depredador dominante parece haber terminado, yo con gusto estoy regresando a ella.  Con la emoción de conocer gente nueva, de retomar a los ya conocidos y dedicarles minutos de mi día, para disfrutarlos como se merecen. Regreso también con la emoción de una faceta redescubierta, la escritura.

Este blog nació por el deseo de expresar mis pensamientos, de compartir tonterías en momentos de ocio, de reflexionar sin pensar demasiado. Pero, debido precisamente al impacto de las nuevas redes sociales, este lugar se dedicó simplemente a transmitir algunos de mis cuentos.

Y digo ‘algunos’ porque la mayoría de mis escritos permanecen en las sombras, como borrados incompletos que necesitan ser criticados, destilados, corregidos y mejorados. Hasta hace poco me he dado cuenta de algo importante, lo que más necesitan esos pobres borradores es ser leídos.

Esa es la razón por la que escribo este mensaje que va dirigido a todos, y a nadie. No porque tenga cientos de seguidores interesados en lo que tengo que decir, sino porque este lugar fue una transición necesaria para mí, y lo voy a recordar con cariño (así como los comentarios de apoyo y los buenos consejos). Lo dejaré abierto por consideración a esas almas perdidas que llegarán aquí algún día, buscando un remedio para arrancarse el sexto dedo del pie, y que no lo van a encontrar.

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Y entonces me mudo, definitivamente :).

Mi nuevo lugar se lleva lo mejor de aquí (incluidos los comentarios), y en él me dedicaré a desempolvar mis borradores. Para que, como cuentos que son, cumplan su destino y sean leídos. Si bien, la mayoría de ellos no está en su versión definitiva, una sola visita les hará sentirse atendidos. Y un solo comentario que reciba por cada historia, me será útil, para aprender, mejorar y continuar.

Para quien me quiera visitar, estaré por acá:

http://mis-borradores.blogspot.com/

 

 

 

Si usted se ha tomado la molestia de leer todo esto, gracias :).

Hello, i love you…

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Hola. Así está el asunto: este cuento permaneció incompleto por meses, junto a sus amigos a los que llamo “Los incompletos”, “Los no-aprobados”, o más cariñosamente “Los inútiles”. Y en esa pandilla permanece todo cuando he escrito durante el último año, por simple 'falta de tiempo'.

A mis admiradores invisibles, y también a los inexistentes, les prometo que arreglaré este asunto lo más pronto posible.

Normal

Raúl era una persona normal, vestía faldas a la rodilla, se hacía trenzas para dormir y no usaba demasiado maquillaje. Generalmente salía con mujeres de su edad, y rara vez tenía citas con hombres. Era que, por alguna razón, a ninguno de sus amigos le gustó cómo sonaba “Francisco y Raúl”, cuando presentaron a la pareja al entrar al baile de graduación. Ni en su época de preescolar, a su compañero Felipe le agradó cuando Raúl escribió por todas partes “Felipe y Raúl”, con pequeños corazones sonrientes alrededor. Incluso en la oficina, preferían no invitar a Raúl a salir, pues todos en la empresa recibirían una notificación vía email.

Así pues, lo inusual de su situación no le permitía tener un novio, por lo que Raúl estaba a punto de tomar una de las decisiones más importantes de su vida: ése cambio que le convertiría en una completa mujer.

Cuando el temor y la vergüenza quedaron a un lado, Raúl decidió que era tiempo de convencer su padre. “¡No es natural!”-le dijo él -“Si tu madre viviera ¡oh! cómo la herirías”, “…pero es tu decisión, y yo siempre te apoyaré”. Y fue así como Raúl llegó a conocer al amor de su vida.

El día del cambio llegó, entró a la sala espera y se sentó junto a la puerta, para no llamar mucho la atención. Llevaba un vestido largo, pero la pequeña abertura dejaba ver un poco de vello en su espinilla, por lo demás lucía impecable, incluso escultural. Tras varios minutos de incertidumbre, sucedió: el joven más apuesto y grácil se acercó a Raúl, le dirigió una mirada firme, pero seductora, y le hizo un ademán, solicitando sentarse a su lado. Entonces conversaron. Se conocieron y enamoraron casi al mismo tiempo, cada uno temeroso de que el otro descubriera su razón para estar ahí. Cuando la recepcionista se acercó al altavoz y pronunció su nombre, Raúl se puso de pie con agitación, y presa de un gran rubor, salió corriendo del lugar.

Pasaron varios días desde el encuentro con el amor de su vida, cuando, ya sin ninguna esperanza de saber de él, a la oficina de Raúl llegaron docenas de hermosas flores, cuya tarjeta estaba firmada por un Anónimo. Raúl lo supo inmediatamente. Supo quién había enviado las flores. Supo también su nombre, y por qué ambos se habían encontrado en aquella recepción de aquel lugar cuyo propósito era cambiar vidas. Supo que aquel hombre de quien se había enamorado, compartía no sólo sus defectos, sino sus virtudes. Supo que a su amado no le disgustaría que mencionaran sus nombres juntos. Y supo que ya no quería cambiar, pues así le amaban, y así quería pasar el resto de sus días.

Tomó su bolso, llamó a un taxi, y en el camino se retocó el maquillaje. Al llegar al lugar donde conoció al amor de su vida, contuvo la respiración: él estaba esperando ahí, de pie, majestuoso y galante. A Raúl le temblaban las rodillas, y los tacones que llevaba ese día eran excepcionalmente altos. Él le dirigió una mirada inquisitiva y sonriente.

Mi madre murió al dar a luz- dijo ella, cuando por fin llegó hasta él- creía que yo sería niño, y su última voluntad fue que llevara el nombre de Raúl.

Mi madre amaba la poesía-contestó él, tomándola en sus brazos- su poeta favorito era Anónimo.